El Forjista

Cacerolas de envidia, miedo y odio

 

Envidia

Según Carlos Marx el motor de la historia es la lucha de clases, aunque pereciera que para algunas personas y clases sociales es la envidia las que las impulsa a actuar en un determinado sentido.

Ya Eva Perón había detectado el papel de la envidia en determinados sectores antipopulares cuando dijo: "Lo único que los mueve es la envidia. No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca pudo tapar el canto de los ruiseñores".

La envidia tiene un componente principal que pareciera sostenerse en la idea que “si yo no lo tengo que nadie lo tenga”, precisamente para esas personas el “tener” es esencial por el eso Erich Fromm planteaba la disyuntiva entre “Ser o tener”, el segundo término de esta opción se ha transformado casi en predominante especialmente es esas sociedades asoladas por el neoliberalismo

Tenemos novia o novio, tenemos un auto, tenemos un problema, el tener se ha convertido en una obsesión cuando según Fromm deberíamos esforzarnos por ser, que según su planteo implica dejar de lado el narcisismo y el egoísmo, para lograr una relación plena con los demás y con la naturaleza.

Pero este sentimiento de envidia que nos impulsa a mirar la costado para ver cuáles son las pertenencias de los demás suele tener claras excepciones, así puede ocurrir en quienes leen  las revistas Hola o Caras para otear como vive la nobleza europea o los ricos y famosos nativos, les parezca absolutamente normal que esas personas hagan exposición de sus riquezas sin importar como la hicieron, pero cuando su vecino se compra un auto nuevo o un televisor de más pulgadas, se pregunta si no andará en algo raro.

Suele acontecer que los mismos que les parece natural que algunos empresarios hayan hecho fortuna en negocios a expensas del Estado o en condiciones poco claras y legales, se transforman en energúmenos para cuestionar una ayuda social como la AUH o el sueldo de un legislador al que accedió porque el pueblo lo vota.

Precisamente el primer cacerolazo en la ciudad de Buenos Aires durante el gobierno de Alberto Fernández, fue para reclamar que los políticos se bajaran los sueldos, mientras que muchos de esos exaltados caceroleros nunca se preocuparon en averiguar como obtuvo su fortuna el clan Macri o cuestionar el saqueo consumado por el gobierno de Cambiemos que llevó al país a endeudarse por varias generaciones.

Ese primer caceroleo porteño durante la pandemia parece estar muy vinculado a la envidia.

Miedo

Una de las mejores canciones de Joan Manuel Serrat según nuestro criterio es “Los macarras de la moral”, en esta canción el catalán nos advierte sobre aquellos que “Manipulan nuestros sueños y nuestros temores sabedores de que el miedo nunca es inocente”.

Un personaje siniestro que no tiene nada de poeta porque se trata de Steve Bannon que es un referente de la ultra derecha, asesoró en la campaña a Trump y también de Bolsonaro, es un furioso racista que no duda en utilizar las falsas noticias como herramienta política y es precisamente un teórico de utilizar el miedo como forma de manipular a las multitudes cuando afirma: "El miedo es bueno. El miedo lleva a la acción"

En nuestro país son los medios de comunicación los encargados de azuzar el miedo para provocar reacciones y manipular a su público con la finalidad de conseguir sus objetivos económicos y políticos.

La prensa oligárquica sufrió un duro revés con la derrota del macrismo al que apoyan hasta el día de hoy, pero trataron de transformar esa derrota en una excusa que justificara su vergonzosa actitud al señalar: “vieron que no tenemos el poder que nos atribuían”.

Es cierto que esos medios no son omnipotentes, menos aún, cuando salieron a defender un gobierno de saqueadores, tratando de mostrar una realidad inexistente que no tenía nada que ver con el padecimiento de la mayoría de los argentinos.

Militaron el ajuste promoviendo comer tierra, alquilar juguetes, revisar la basura a la que llamaron una pasión argentina, la conveniencia de ganar menos para asegurar el trabajo, decían que el cierre de fábricas mejoraba el aire, que los despidos podían terminar con la pobreza, fomentaban realizar turismo virtual, comer menos carne para combatir el cambio climático, explicaban las contras del desayuno, que aburrirse era sano, vivir en 30 metros cuadrados u otras formas ridículas de sostener al gobierno macrista

Pero algo muy distinto es a la hora de generar miedo en una porción de la población a la que todavía mantienen de rehenes y pueden manipular a gusto, así fue como el segundo cacerolazo fue instigado por el miedo que implantaron los medios en las cabezas de algunos porteños a los que se les mentía diciendo que posiblemente tuviera de vecino a un violador, un asesino serial o algún destripador por la suelta masivas de presos.

Además de la mentira de responsabilizar al Poder Ejecutivo como el ejecutor de ese plan, cuando es una competencia del Poder Judicial.

Odio

La derecha ha logrado inocular odio en muchas personas que se definen, diría Cobos, de manera no positiva, en vez de adherir a una determinada ideología, se autodefinen como la negación de quienes eligieron como enemigos a los que atribuyen todos los males del país, son antiperonistas o anti K, asumiendo un sentimiento destructivo que nunca puede razonar porque su única finalidad es descalificar al objeto de su odio.

En esa posición irracional no dudan en defender intereses que ni por asomo responden a los suyos, cabría preguntarse que tiene en común un vecino de la ciudad de Buenos Aires con los dueños de Vicentín que además han demostrado ser unos estafadores de los que habría que cuidarse.

A pesar que Vicentín estafó al Banco Nación al que todos deberíamos considerarlo como nuestro, para aquellos que salieron a cacerolear contra la expropiación de la empresa no lo consideran suyo, pero sí hacen suyo los intereses económicos de los dueños de la empresa.

El periodista Luis Bruschtein lo resume de la siguiente forma: “lo público es ‘lo ajeno’ y lo privado es ‘lo nuestro’. Es una forma grave de enajenación.”

En tanto que la también periodista Karina Micheletto se pregunta: “¿Cómo es posible que se moldeen subjetividades tan disociadas de la experiencia directa, al punto de generar identificaciones que no solo son ajenas, sino que además van en contra de los propios intereses?”

Un sector de Cambiemos se ha transformado en el Partido del Odio, así fue como actuó con los trolls de Marcos Peña, ha reprimido a trabajadores, jubilados y pueblos originarios, ha perseguido a opositores a través de una mafia judicial de la que participaron los servicios de inteligencia, y así podríamos realizar una larga lista.

Por eso no puede extrañar que el ala más extremista de esa agrupación política haya lanzado a su tropa a manifestar a favor de empresarios saqueadores, cada día se están volviendo más violentos y dan un paso más a la derecha, no es casual que en su campaña contra la cuarentena se hayan unido a los neo-nazis de Biondini.

El mismo día que asumió el Papa Francisco dijo “el odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida”.

Por eso es imprescindible estar alertas y dar la batalla cultural para impedir que nuevamente haya argentinos actuando en contra de los intereses populares y a favor de quienes saquean al país.

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