El Forjista

Vida y obra de Erich Fromm

Las convicciones de Erich Fromm

Capítulo 33 - La salud mental

Generalmente se entiende por salud mental la adaptación que el individuo logra en su sociedad, sin importar si dicha sociedad está cuerda o no, se da por sobreentendido que las sociedades siempre son “normales” y que la enfermedad mental consiste en desviarse del tipo de personalidad fomentado por el grupo.

Siguiendo con este razonamiento, en el campo de la psiquiatría el objetivo sería el de promover la adaptación de los individuos al nivel del hombre medio, sin entrar a considerar cuál es ese nivel, lo único que interesa es su asimilación y que no perturbe al grupo, eso nos lleva a pensar que nuestra familia, nuestra nación o nuestra clase social son “normales”, y que las formas de vida que se apartan de ellas no lo son. Creemos que nuestros rasgos son comunes al resto de la Humanidad cuando en realidad pueden ser propios de nuestro grupo de pertenencia.(1)

Hasta cierto punto es lógico que una sociedad pretenda estar integrada por conformistas en beneficio de su supervivencia, pero si exagera en esa tesitura se anulan fuerzas que pueden hacer crecer al conjunto, la evolución de una sociedad por lo tanto depende de cierto grado de conformismo y también de una porción importante de inconformistas.(2)

La idea predominante es que un individuo es mentalmente sano si cumple la tarea que la sociedad le encomienda, pero si una tribu vive atacando a otras, robando y matando, un integrante de la misma al que no le agrade robar ni matar, no estará conforme aunque tal vez no sea del todo consciente de esa situación, porque no parece normal que a uno le disguste aquello que le agrada a todos.

La idea humanista de la salud mental, o sea la sustentada por Fromm, no está determinada por una actuación adecuada en la sociedad sino por criterios intrínsecos a la naturaleza  humana. A lo largo de la historia han chocado los intereses de los individuos con los de las sociedades en que vivían, aún cuando aquellos partidarios de la salud mental orientada y determinada por la sociedad han pretendido mostrarla como beneficiosa para los seres humanos, con la clara intencionalidad de tratar de establecer que lo que es bueno para la sociedad lo es también para las personas.(3)

Fromm definía a la salud mental como la superación del narcisismo o para hablar en términos positivos, consistía en adquirir la capacidad de amar y mantener la objetividad, es decir la consideraba como la superación de la enajenación que significaba adoptar un claro sentido de identidad e independencia, eliminar la hostilidad es decir ser capaz  de vivir pacíficamente y desarrollar una fecunda productividad.

Su definición de salud mental está relacionada con la premisa “mens sana in societate sana”, sólo puede haber una mente sana en una sociedad sana (con excepciones) por eso no pueden separarse los problemas de salud mental individual y los que son de características sociales.(4)

El humanismo debía asumir una concepción diferenciada en cuanto a la salud mental, en tanto hay personas a las que se consideran sanas a pesar de tener defectos que al ser moldeados socialmente no se los entiende como tales. La salud mental debe considerar como elemento esencial la capacidad de amar y crear, buscando liberarnos de cualquier vínculo que nos ate y nos impida desarrollar la razón y la inteligencia.

Obviamente todo lo que venimos señalando hasta acá en este trabajo está vinculado con la idea de la salud mental, que requiere de nuestra parte que asumamos lo limitado de nuestras fuerzas pero también que cada uno de nosotros es importante en el océano inmenso del Universo, siendo capaces de defender la vida, aceptando la existencia de la muerte sin terror, tolerando las incertidumbres propias de la vida, sin por ello dejar de tener una profunda fe en nuestras ideas.(5)

El problema central de la salud mental en la actualidad es la enajenación que es el proceso por el cual todo nos resulta extraño y ajeno, ya sea el mundo exterior e incluso nosotros mismos. El lenguaje cotidiano también ha sufrido una enajenación porque no lo utilizamos como medio de comunicación sino que intercambiamos palabras sin que las mismas se relacionen con experiencias concretas, de tal manera que una persona triste nos contesta que le va bien si le preguntamos cómo anda, nadie espera del otro un verdadero interés, las palabras se utilizan para llenar un vacío, la gente intercambia palabras sin compartir la realidad, luego de la conversación nadie siente que haya compartido algo.

Hemos perdido contacto con las realidades fundamentales de la existencia humana, tampoco estamos relacionados con nuestros semejantes y con la naturaleza, sólo tomamos contacto con una pequeña porción de la realidad.

La sensiblería es sentimentalismo en un estado total de desapego, es decir se expresan sentimientos que no se relacionan con la realidad. Por ejemplo hay personas que lloran en el cine porque ven una película que los emociona, pero en la vida real pueden presenciar una tragedia y no sienten nada, porque están disociados y desinteresados de lo que pasa.

Vemos personas que se encuentran distantes, que no parecen estar interesadas en nada en particular, pero que sin embargo pueden estallar en explosiones sentimentales cuando presencian una película o un partido de futbol, no obstante la expresión de su cara continúa siendo de vacío.(6)

El hombre enajenado vive atemorizado y depende de cosas que le brindan seguridad e identidad, pero necesita rendirse a un gran poder, que puede ser un personaje o una institución, que le proporcionen un espejismo donde suponga que domina sus propias facultades.

En los estudios efectuados en México sobre la situación del campesinado, Fromm  indicaba que la enajenación de los integrantes de esa clase social estaba determinada por la sumisión al destino, la desesperanza que imponen los sectores que detentan el poder provocan una situación en que el oprimido llega a creer que no se puede hacer nada en la vida más que continuar con un destino establecido de antemano.

Superar la enajenación es la base de la independencia del hombre y de toda democracia que no se limite a depositar una papeleta cada determinados años, pero eso mismo exige grandes cambios sociales en los que el individuo deje de estar sometido a caciques o burocracias y pase a asumir un rol activo.(7)

Otra cuestión fundamental para la salud mental es la superación de la hostilidad, obviamente no se refiere a la reacción cuando está en peligro nuestra vida, sino que está vinculada a la hostilidad que surge de la persona atemorizada, vivimos en sociedades donde está instalado el temor, muchas veces fomentado por los propios medios de comunicación, para poner fin a ese sentimiento continuo de miedo es imprescindible darle un sentido a la vida.(8)

De todos los síntomas que indican problemas para la salud mental, Fromm consideraba que el peor de ellos es el de la ausencia de esperanza, ahí es donde debían buscarse las causas de comportamientos que llevaban al alcoholismo, a la drogadicción, al suicidio, etc.(9)

La persona sana es aquella que es productiva, que se vincula con el mundo por el amor y emplea la razón para captar la realidad objetivamente, es el individuo que se siente único pero que a la vez se relaciona con el prójimo y que no se somete mansamente a las autoridades irracionales.

El objetivo que tendría que fijarse una sociedad para que exista la posibilidad que sus integrantes se desarrollen mentalmente saludables es que ningún hombre sea el medio para los fines de otro, donde nadie sea utilizado para otro objetivo que no sea desarrollar sus capacidades.

Una sociedad sana es aquella donde la avaricia, el espíritu explotador, el ansia de poseer y el narcisismo no encuentren la oportunidad de ser usados para obtener mayores ganancias materiales. Donde actuar de acuerdo a la conciencia sea una cualidad necesaria y respetada, donde los ciudadanos se interesen y participen en las cuestiones sociales, se fomente la solidaridad, se estimule a los individuos a tratarse con respeto y se favorezca el desarrollo de la creatividad.(10)

Para Freud la persona sana es aquella que se ha convertido en su propio amo, que se ha independizado de su padre y madre, que confía en su propia razón y su propia fuerza. Marx también coincidía que el hombre sano debía ser independiente, pero iba más allá pues la autonomía de los padres es limitada, cuando el hijo emprende su propio camino ya ha incorporado varios mandatos y prohibiciones del padre, de algún modo lleva la autoridad paterna dentro de él a la que se le incorporan los mandatos de las autoridades sociales.(11)

Para conservar su salud mental el hombre necesita relacionarse con otros hombres, esta necesidad de ser uno con otros es una pasión muy fuerte, aún más que el sexo o hasta puede llegar a ser más importante que el deseo de vivir. El temor al aislamiento es lo que obliga a reprimir la captación de todo aquello que significa tabú para la sociedad, ya que la percepción de cierto conocimiento puede implicar ser considerados diferentes. El individuo no tiene más remedio que permanecer ciego ante aquello que el grupo pretende que no existe o bien aceptar como verdadero aquello que la mayoría considera que es la verdad, aún cuando sus sentidos puedan convencerlo de lo contrario.

Para el ser humano el rebaño es algo fundamental, de tal manera que los puntos de vistas, creencias y emociones del grupo adquieren un mayor viso de realidad que aquello que sus propios sentidos y razón le indiquen. (12)

 Percatarse del propio inconsciente es tomar contacto con la realidad que uno mismo lleva adentro y abandonar las barreras que la sociedad construye en el interior de cada hombre. Alcanzar esa meta rara vez se consigue, pero aproximarse está al alcance de todos e implica que el hombre se está emancipando de la enajenación socialmente condicionada que lo aparta de sí mismo y del género humano.

Los miembros de grupos religiosos, raciales o sociales minoritarios que han sido discriminados por las mayorías  tendrán mayores posibilidades de dudar de los mandatos sociales de la misma manera que los integrantes de las clases explotadas, pero esto no siempre es así y a veces los discriminados o explotados no llegan a adquirir una actitud crítica.

Si una sociedad o una clase social no tienen la oportunidad de utilizar el discernimiento o llegan a la conclusión que objetivamente no hay expectativas de un cambio positivo, lo más probable es que los individuos se apeguen a ficciones ya que la percepción de la realidad los haría sentirse peor.

El inconsciente individual y el social se relacionan, si en una sociedad una persona no es capaz de ver la realidad social y en cambio se llena la mente de ficciones su capacidad de percibir su realidad individual en relación consigo mismo y su familia también está limitada.

El análisis freudiano ha probado que es posible hasta cierto punto volver consciente el inconsciente individual sin modificar el inconsciente social, sin embargo según la creencia de Fromm cualquier intento de concientización que excluya la esfera social tendrá un efecto limitado. La percepción plena de aquello que ha sido reprimido será posible sólo si ésta trasciende la esfera individual y si el proceso incluye el análisis del inconsciente social. A menos que una persona sea capaz de trascender su sociedad y discernir la forma en que ésta favorece o dificulta el desenvolvimiento de las potencialidades humanas no podrá tomar contacto con su plena humanidad.

No sólo la comprensión crítica de la sociedad es necesaria para llegar a captar la realidad de uno mismo, sino que la dilucidación analítica del inconsciente individual también constituye un aporte importante para entender la realidad social.(13) 

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(1) La patología de la normalidad, pags. 19 y 20
(2) Ob. Cit., pags. 22 y 23
(3) Ob. Cit., pags. 99 , 100 y 101
(4) Ob. Cit., pags. 104 y 105
(5) Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pags. 171 y 172
(6) La patología de la normalidad, pags. 65 a 69
(7) Ob. Cit., pags. 114 y 115
(8) La patología de la normalidad, pags. 115 y 116
(9) Ob. Cit., pag. 120
(10) Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pags. 228 y 229
(11) Las cadenas de la ilusión, pags. 99 y 100
(12) Ob. Cit., pag. 185
(13) Ob. Cit., pags. 188 a 193

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