El Forjista

Biografía de Hugo Chávez

Y un día América Latina se puso de pie

Capítulo 7 - El golpe de 1992

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La aplicación de medidas impopulares cubrió de un enorme desprestigio al gobierno de Carlos Andrés Pérez provocando el descontento en amplios sectores de la población, incluida la clase media. Esta situación política y la impaciencia de los oficiales más jóvenes impulsaron a la dirección del Movimiento Bolivariano a establecer una fecha para el golpe, la fijaron para el día en que el presidente regresaba al país luego de una gira por el exterior.

El presidente retornó el 3 de febrero de 1992 a las 22 horas de un viaje a Davos, Suiza, lugar donde  se reúne todos los años el establishment mundial, y en el cual además confluyen los presidentes de los países dependientes para dar muestras de su sumisión al orden mundial impuesto por las grandes potencias, una vez arribado se trasladó a La Casona, la residencia presidencial.

Llevaba poco tiempo durmiendo cuando fue despertado por un llamado del ministro de Defensa para informarle de un levantamiento militar y anunciarle que dicho movimiento estaba encabezado por un teniente coronel llamado Hugo Chávez.

A la 0:30 del 4 de febrero Chávez se instaló en el Museo Histórico de la Planicie de Caracas a dos kilómetros de Miraflores, delegó en dos capitanes el ataque contra el Palacio Presidencial. Se producen ahí los primeros enfrentamientos con muertos y heridos, el presidente logra escapar por los pasillos subterráneos dirigiéndose a los estudios de televisión de Venevisión para emitir un mensaje a la población denunciando que se estaba llevando a cabo un golpe de estado.

Cuando el presidente apareció por televisión, Francisco Arias controlaba la guarnición militar de Maracaibo y había arrestado al gobernador del Estado de Zulia, y los comandantes Urdaneta y Ortiz tenían controlada la región de Maracay y Valencia. En Caracas el comandante Yoel Acosta tomó el aeropuerto de La Carlota poniendo preso al jefe de la Fuerza Aérea.

Sin embargo en Caracas fueron muchos los inconvenientes, un grupo tenía la misión de tomar un canal de televisión y transmitir una proclama en video en cinta VHS, los efectivos lograron su cometido de ocupar los estudios televisivos pero no supieron como emitir el video, aceptando  la explicación de los técnicos que le dijeron que no era posible reproducirlo en el formato en que  estaba grabado.

En lugar de aparecer el video de Chávez,  aparece por televisión el presidente anunciando al país de la insurrección, calificando de “facinerosos” a los golpistas y de intentar terminar con la democracia, informando que los insurgentes no tardarían en ser derrotados.

Una delación había puesto en alerta a las tropas leales al gobierno que estaban esperando a los rebeldes en el palacio de Miraflores y a los que superaban en número, por lo que el asalto concluyó en un fracaso, a eso se le sumaron problemas en las comunicaciones pues las tropas rebeldes de Caracas no pudieron tomar contacto con las guarniciones de otros puntos de país que estaban comprometidas con el movimiento.

En la Capital fue en el único lugar que se produjo un enfrentamiento armado que duró tres horas en dos lugares, Miraflores y el aeropuerto La Carlota. Se estima que de la rebelión participaron 2367 militares, entre ellos 5 tenientes coroneles, 14 mayores y 54 capitanes. El lamentable saldo de la rebelión fue de 20 muertos, 14 de ellos militares, y decenas de heridos.

A las 7:45 del 4 de febrero Chávez decide rendirse, es llevado al Fuerte Tiuma, la guarnición más importante del país, donde reside el Ministerio de Defensa, ahí lo recibe el ministro Ochoa a quién le entrega las armas.

Cuando Chávez se rindió en Caracas, las guarniciones de Valencia y Maracay seguían en poder de los rebeldes y había amenazas que se bombardearía sus posiciones si no se rendían, Chávez sabía que la idea que tenía Jesús Urdaneta era que si el movimiento fracasaba estaba dispuesto a inmolarse en su puesto, estaba rodeado, había cortado toda comunicación y no quería a recibir a nadie, la primera propuesta de Chávez fue la de viajar a Maracay para convencerlo que se rindiera, pero no se lo permitieron.

Chávez acordó emitir un mensaje por televisión para convencer a sus compañeros a deponer las armas y evitar un baño de sangre, no aceptando leer un mensaje escrito que fuera aprobado por las autoridades, el militar bolivariano recordó en ese momento que los norteamericanos presentaron al ex presidente panameño Noriega, desmoralizado frente a las cámaras de televisión, él en cambio no quiso dar la imagen de alguien derrotado, puso énfasis en aparecer entero y digno ante sus compatriotas con su uniforme militar y su boina roja.   

Dijo el militar rebelde en la oportunidad: “Primero quiero dar buenos días a todo el pueblo de Venezuela, y este mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados que se encuentran en el Regimiento de Paracaidistas de Aragua y en la Brigada Blindada de Valencia. Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor. Así que oigan mi palabra. Oigan al comandante Chávez, quien les lanza este mensaje para que, por favor, reflexionen y depongan las armas porque ya, en verdad, los objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logremos. Compañeros: Oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les agradezco su valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y  antes ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano. Muchas gracias”.

Lo que quedó flotando en la mente de muchos de quienes escucharon su mensaje fue el “por ahora”, ¿eso significaba que la lucha no concluía? El tiempo fue mostrando que efectivamente  había perdido una batalla pero el camino de la revolución apenas estaba comenzando.

Chávez recordó tiempo después la situación luego del discurso: “…yo estaba desmoronado y me sentía derrotado, es decir, yo pensaba que había puesto la torta del siglo. Además de que me rendí, que no funcionó el plan, llamar a la rendición al resto. Santeliz se sentó a mi lado derecho y me dio una palmada: ‘¡qué bueno, carajito, lo que dijiste!’ Yo todavía le respondo ¿cómo que qué bueno, si llamé a la rendición? Dijiste ‘por ahora’. Yo no me di cuenta. Eso salió sólo”.

Santeliz era un general amigo de Chávez que no participó de la rebelión, los comandantes se rindieron como Chávez les solicitó, el que más demoró fue Urdaneta que quería pelear hasta el final.

Por la noche del 4 de febrero el presidente se dirigió a la población anunciando que la rebelión había sido derrotada y que se había detenido a 300 militares. Una paradoja del intento golpista fue que Carlos Andrés Pérez recibió la solidaridad tanto de George Bush como de Fidel Castro.

El levantamiento había tenido una participación exclusivamente militar se había decidido no dar participación a los civiles aunque en algunos lugares los oficiales más jóvenes desconocieron la orden y permitieron que algunos civiles fueran parte de la rebelión.

Según el dirigente Douglas Bravo legendario líder de la guerrilla y presidente del PRV, unos meses antes del levantamiento, los militares bolivarianos tomaron distancia de ese partido, la última reunión que había mantenido con Chávez había sido en octubre de 1991. Bravo era partidario de una acción civil que podía consistir en una huelga general que precediera al levantamiento militar, Chávez sin embargo discrepaba con esa posición.

El líder del movimiento bolivariano siempre se negó a considerar los acontecimientos del 4 de febrero como un golpe de estado, él sostenía que se trataba de una insurrección que quería llevar a la práctica una serie de ideas progresistas
Sin embargo durante mucho tiempo después, Chávez debió demostrar que no era un militar golpista sino un revolucionario que quería modificar la situación de su país en beneficio de los sectores populares. Tiempo y esfuerzo debió consumir para que los sectores progresistas y de izquierda  dejaran de desconfiar de él por su participación en el golpe del 1992.

Sin embargo, la población mayoritariamente vio con simpatía la rebelión militar en tanto se incrementaba el descrédito del gobierno neoliberal de Pérez, Chávez en cambio adquirió una notoriedad y popularidad que le permitió ser visto con simpatía por la mayoría de los venezolanos, incluso de clase media quienes después lo cuestionaron cuando llegó al gobierno.

Modesto Emilio Guerrero el biógrafo de Chávez más reconocido, realizó la siguiente evaluación sobre el intento de golpe chavista: “El error fue haberlo limitado a la conspiración cuartelaria sin relación con los organismos de lucha de las masas trabajadoras. El resultado fue una suerte de vanguardismo cuartelario, más similar al voluntarismo de las guerrillas de los años sesenta del siglo XX que a lo demostrado por la propia Revolución Cubana. Lo curioso es que haya salido del experimento como un héroe político, algo mucho más complejo que el destino más previsible: un golpista más”.

Más allá de la opinión de  Chávez sobre lo ocurrido el 4 de febrero, sin lugar a dudas se trató de un golpe de estado y como tal debe señalarse que se trató de un error del movimiento bolivariano, sin embargo creemos conveniente indicar dos atenuantes, por un lado no era un movimiento tendiente a instaurar en el poder a las minorías privilegiadas, ni fue promovido por alguna embajada extranjera como tantas veces ocurrió en América Latina,  por otra parte el Ejercito necesitaba borrar esa imagen del Caracazo donde fue utilizado por el gobierno para reprimir al pueblo y poder aplicar sin contratiempos los planes de ajuste recomendados por los organismos financieros internacionales.

Además debe señalarse que a diferencia de lo ocurrido en el 2002 cuando se intentó derrocar a Chávez y la casi totalidad de los responsables siguieron gozando de su libertad, el militar bolivariano sí debió pagar con dos años de prisión por incumplir con las reglas de juego que impone la democracia.    

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