El Forjista

Reflexiones desde la cuarentena

 

La pandemia volvió a mostrar lo mejor y lo peor de nosotros.

Un energúmeno que consideraba que él no tenía porqué cumplir con la cuarentena después de regresar de un viaje, decidió golpear salvajemente a un vigilador que le recordó su conducta antisocial.

Irresponsables que determinaron por su cuenta, sin escuchar los continuos llamados a la cordura de mantenerse en sus casas, que podían aprovechar el momento para irse de vacaciones a la costa atlántica.

Prepotentes turistas que maltratan a trabajadores de Aerolíneas Argentinas que poniendo en riesgo su salud, los fueron a rescatar a ciudades en el exterior donde quedaron varados.

Un descerebrado muchacho de 23 años que decidió no cumplir la cuarentena en Uruguay y se escapó poniendo en peligro a 400 pasajeros que viajaron con él en Buquebus.

Esta es la Argentina que no queríamos ver y que nos avergüenza a la mayoría.

Pero también está la otra, la de miles de compatriotas que sin tener en cuenta los riesgos para su salud hicieron prevalecer su responsabilidad y compromiso para atender a quienes están padeciendo la enfermedad o que sin estar directamente relacionados con el sistema de salud cumplen sus funciones con un notable compromiso solidario.

Merecido fue ese reconocimiento que se realizó los días anteriores a las 21 horas con un aplauso generalizado para quienes están cumpliendo misiones en esta lucha contra la enfermedad.

Hace unos días publiqué un tuit donde señalaba que en nuestra educación primaria debería incentivarse la solidaridad en vista de la actitud de muchas personas que se comportaron en estas circunstancias con un individualismo, egoísmo y prepotencia que provoca una lógica y comprensible indignación en la mayoría de los argentinos.

Muchos me respondieron, no si algo de razón, que la solidaridad se aprende en el hogar y no en la escuela, en verdad creo ahora que no estoy limitado con los caracteres de Twitter, que existe una triple responsabilidad que está en el hogar, en el sistema educativo y en los medios de comunicación y dentro de estos últimos incluiría a las redes sociales.

Una de las formas de fomentar el individualismo es a través de la competencia, muchos de los programas de mayor rating son competencias, las hay de canto, baile, modas, cocina, para adelgazar, para sobrevivir en ambientes hostiles, encerrados en una casa, muchas veces esa competencia puede adquirir unos niveles de ferocidad inusitada, donde el mensaje que recibe el espectador es que lo importante es ganar, sea como sea, hay que derrotar al que tenés al lado si querés conseguir el tan anhelado premio.

También están los programas mal llamados de espectáculo, porque lo más importante no es cuando se estrena una obra o una película y detalles sobre la trama, sino sobre la vida de los actores, actrices, modelos, y sobre todo, sobre sus peleas, son estas la que levantan el rating y no la información sobre los espectáculos en sí.

Una consecuencia de estos programas ha sido la instauración a nivel de oráculo de las llamadas “divas”, exitosas actrices o modelos, que han llegado a esa posición, no por mérito en su vida profesional, sin desconocer que alguna de ellas puede haber tenido talento, sino por haber estado al servicio del poder económico, siendo también continuas emisoras de ese mensaje individualista que las clases privilegiadas pretenden imponer.

El deporte no está exento de esta situación a partir de canales que transmiten durante todo el día, por lo que se han hecho comunes aquellos que tienen paneles que discuten sobre los temas más nimios como si un jugador miró mal a su entrenador, o dejó de lado el cassette para decir algo más fuerte sobre sus rivales, en estos casos, al igual que los programas sobre la farándula, las peleas son lo que más rinden.

Aunque muchos periodistas deportivos lo quieran ocultar, el bilardismo (perdón doctor Bilardo) ha triunfado y aquellos que consiguen títulos son elogiados y los derrotados son gozosamente vilipendiados por esos periodistas, también aquí lo único importante es ganar sin importar lo que haya que hacer.

La televisión se ha llenado de gente cuya única cualidad es salir en la televisión, no se sabe cual es su profesión, pero su misión es generar disputas sobre cualquier tema, porque se puede opinar impunemente sobre infinita cantidad de temas, aunque para hacerlo se ponga en evidencia una inmensa ignorancia.

Hemos visto en estos últimos años desfilar a falsos abogados presentados como expertos, a periodistas que extorsionaban o programas políticos donde los gritos eran más importantes que los argumentos, porque no eran otra cosa que un show para ser consumido por espectadores anhelantes de ver un ganador al final de la jornada, y donde aceptan la mentira si es que sirve para reafirmar sus creencias o su odio.

Por supuesto que esa televisión basura tenga audiencia es porque algo está fallando con nuestra educación ya sea en el hogar o en las escuelas y colegios.

Insistiremos con algo, las escuelas y los colegios tienen la misión de enseñar a los niños, niñas y adolescentes ciertos conocimientos elementales para su desarrollo intelectual, pero también deberían tener la función de buscar que es lo que más le interesa o en qué aspectos se destaca el alumno o alumna, e incentivar en ellos tareas solidarias.

Todas las escuelas y colegios deberían poner como ejemplo lo ocurrido con los chicos y chicas del Colegio Ecos fallecidos en una tragedia cuando regresaban de realizar tareas solidarias en Chaco, causa que lamentablemente prescribió por el estado putrefacto de nuestra Justicia, pero la muerte de esos chicos y chicas debería servir para que sepamos revalorizar quienes son los verdaderos héroes y heroínas de nuestra sociedad.

La primera lección política que recibí hace muchas décadas fue que la Argentina es gobernada por una oligarquía rapaz, dispuesta a cualquier maniobra para mantener su poder, así es como nuestro país ha sido víctima de fraudes, golpes de Estado y hostigamiento a gobiernos populares, para que eso fuera posible además de recurrir a la fuerza, también debía lograr convencer a una porción de la población mediante el control del sistema educativo y los medios de comunicación.

Hoy sigo pensando lo mismo, la Argentina está condicionada por una oligarquía que aunque ha cambiado algunas características sigue siendo rapaz y con intereses contrarios a la mayoría de los argentinos.

Esta clase privilegiada trata mediante el sistema educativo y los medios de impedir la solidaridad e inculcar el “sálvese quién pueda” exacerbando el egoísmo y llegando a influenciar a amplios sectores de la población, en particular a una porción de la clase media a la que se la engaña prometiéndole la posibilidad que ella también puede tener, si se esfuerza y hace méritos, un lugar en el paraíso oligárquico.

Para esa clase y los sectores a los que puede convencer, la solidaridad es perniciosa porque poder terminar erosionando su lugar de poder, por eso apela como vimos en cuatro años de gobierno macrista a la meritocracia que siempre va acompañada por la demonización de los pobres, a los que se culpa por su condición, porque si no mejoran es porque carecen de los méritos que si tienen los que sostienen una posición de privilegio, ocultando que muchos de ellos llegaron a ese lugar por herencia sin haber tenido que mover un dedo.

La mayoría de los casos citados al principio corresponden a gente que muy bien podría definirse de acuerdo a la calificación del genial Jauretche como “medio pelo” con aspiración a ascender socialmente y para eso recurre al más prepotente egoísmo sin importar la situación del semejante.

Un caso muy claro que la solidaridad les molesta la mostraron, aun antes del coronavirus, las  canallescas hordas de  trolls del macrismo que atacaron nada menos a Juan Carr cuando en el invierno pasado organizó  la entrega de alimentos y un lugar donde pasar la noche para llevar algún alivio a la gente en situación de calle, porque esos canallas consideraban que eso dejaba en evidencia la nula sensibilidad del gobierno de Macri y Rodríguez Larreta con la situación de miles de argentinos sin un hogar y que en invierno corren riesgo de morir por hipotermia como ocurrió en la ciudad de Buenos Aires.

Pero por suerte en todos los casos mencionados al principio por su comportamiento antisocial han sido señalados y denunciados por ciudadanos irritados conscientes de las obligaciones y derechos de cada uno, de eso se trata en este momento de ser rigurosos de nuestras obligaciones si queremos después reclamar por nuestros derechos.

Tenemos la posibilidad de salir mejores de esta gravísima crisis, vemos a países destrozados por el virus, que no supieron actuar a tiempo y con las medidas adecuadas, ayudémonos entre todos a tomar conciencia haciendo que prevalezcan los millones de seres solidarios antes que la avaricia y la irresponsabilidad de los menos.

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